Mientras la sociedad se digitaliza, miles de adultos mayores quedan rezagados. Ana María, jubilada de 80 años, nunca tuvo celular. Como ella, muchos enfrentan una doble barrera: no tener acceso a la tecnología y no saber cómo usarla.
En una sociedad cada vez más digitalizada, dónde los vínculos, los trámites y la comunicación pasan por una pantalla, los ciudadanos de la tercera edad enfrentan desafíos para adaptarse. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC), más del 40% de las personas mayores 65 años en Argentina no utilizan Internet, y el 81% no tiene acceso a una computadora.
En una entrevista con el portal de noticias “El Auditor”, la directora del Observatorio sobre Derecho de la Vejez y Adultos Mayores, Eleonora Vallet, explicó que la brecha digital no es una sola. Por un lado, habló de una “primera brecha digital”, que tiene que ver con el acceso desigual a internet y a las tecnologías. Por otro lado, mencionó una “segunda brecha digital”: la que afecta a quienes, aunque tienen acceso, no cuentan con las herramientas necesarias para comprender y usar esas tecnologías.
En el caso de Ana María Acuña, jubilada de 80 años, vive en Berisso junto a uno de sus hijos y su conexión con la comunicación digital es escasa. Su rutina transcurre entre tareas domésticas, algunas visitas familiares y el sonido constante del televisor, que la acompaña durante el día. Nunca tuvo celular, ni planea tenerlo, porque tiene miedo de “tocar algo que no debe y hacer lío”.
La realidad es que, según un informe realizado por la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Córdoba, 4 de cada 10 personas mayores tiene miedo cuando utiliza tecnología, por temor a borrar datos, equivocarse, sufrir estafas y/o romper el dispositivo.
“Desde que yo era joven, hasta ahora, cambió muchísimo todo. Si yo antes quería comunicarme con alguien tenía que ir hasta la casa. Yo nunca manejé un celular, así que no me cambió mucho eso, y mi círculo siempre estuvo acá, en mi barrio. Pero sí veo en los chicos que ya no necesitan eso, sino que hablando por chat ya se conforman, y no se ven tanto cara a cara como antes”, cuenta la jubilada, demostrando cierto rechazo a las nuevas tecnologías.
Sin embargo, hay momentos en los que la digitalidad se impone incluso en quienes no la buscan. PAMI, la obra social que utiliza Acuña, permite realizar trámites presenciales pero impulsa el uso de los medios electrónicos: además de promover su app para sacar turnos y credenciales, desde julio del 2024 no acepta recetas físicas, ahora es obligatorio que sean digitales.
“Eso me lo hace todo mi hijo, que vive conmigo, con su celular. Tiene la página de PAMI y me maneja todo desde ahí”, se sincera el ama de casa, y menciona entre risas qué mientras su hijo no se canse de ayudarla, no va a tener problemas. “Pero sí, hay pocas herramientas para los viejos. No podemos hacer nada de esto sin ayuda, tendría que existir, al menos en el PAMI, modalidades como las de antes”, reflexiona la jubilada.
La Convención Interamericana sobre la Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores, indica que es responsabilidad del Estado promover la educación y la formación de la persona mayor en el uso de TIC para minimizar la brecha digital.
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